Vacunas, condescendencia y desgobierno

Varios ayuntamientos del Alto Sil han denunciado el agravio al que se está sometiendo a las personas mayores de 80 años que, en vez de ser vacunadas en sus Centros de Salud, tienen que desplazarse al hospital del Bierzo para recibir la vacuna anti COVID

Y no es caer en un discurso facilón calificar esta situación de agravio, ya que sabemos, por ejemplo, que en Fabero o en Toreno no se vacuna, mientras que en Puente de Domingo Flórez y en Villafranca sí. Sabemos que todos estos municipios pertenecen a la misma Área de Salud, lo que no sabemos es a qué se deben estas diferencias porque, a día de hoy, nadie ha considerado necesario dar una explicación convincente

Porque las declaraciones del vicepresidente Igea al respecto, son cualquier cosa menos una explicación. Una vez más, este hombre que se siente tan orgulloso de haberse conocido a sí mismo, nos ha regalado una sarta de supuestas justificaciones que insultan la buena voluntad de la buena gente.

Rebosando condescendencia, indicaba Igea que “cualquiera con un poco de sentido común entiende que es más fácil que 200 personas vayan al centro de vacunación, a que el equipo de vacunación se desplace a 200 domicilios”. ¡Qué poco sentido común demuestra el vicepresidente al pronunciar estas palabras! Nadie pide vacunación a domicilio, pero él prefiere burlarse y tergiversar estas justas reclamaciones intentando así convertirlas en algo estrambótico. Esa es la fórmula que utiliza para eludir su responsabilidad. En lo que no sé si el vicepresidente ha caído,  es en que, cualquiera, con un poco de sentido común, pensará inmediatamente por qué entonces, no se hace así en todas partes.

Sintiéndose más ingenioso que nadie apuntaba que “hay coches particulares” lo que nos deja claro que en ningún momento se han planteado reforzar transporte público o asistencial o cubrir los gastos de desplazamiento.

En un intento de maquillar esta sinrazón concluyen que esto es voluntario, pero en realidad someten a nuestros mayores a un chantaje cobarde y cruel. Una receta utilizada por gobernantes a quienes los problemas de la gente les incordian porque pinchan su nube de confort  y prefieren desertar de sus responsabilidades y dejar hacer a otros para poder instalarse plácidamente en la autocomplacencia aunque nos lleve al  desgobierno.

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