Un ejercicio de voluntad

A la hora de escribir debe resultar complicado evitar hacerlo sobre tal o cual asunto y centrarse en otra cosa, esta a medida de lo que el tiempo y las circunstancias socioambientales requieran.

No escribir de política y políticos; de corruptelas y corrupciones varias; de crímenes próximos y reacciones extremas, unas, y en voz baja, otras; de poesía, poetas y poetastros; de ilustres mierdecillas y gigantes invisibles; de lealtades y traiciones; de decepciones y venganzas, cumplidas estas o pendientes aún en el bolsón de los agravios; de las convulsiones del alma… de los otros.

No escribir unas veces por miedo, otras por decoro, otras por interés, otras por presiones y las más para no quedar con el culo al aire antes, durante o después de cada una de las cuatro témporas… ¿Imaginan? Cientos, miles de escribidores en periódicos de papel y de los otros mordiendo la punta del lápiz o afinando las teclas del ‘dispositivo’ antes de tragar la pella del deseo y esparcir lo que proceda, que para eso manda quien manda esté o no esté a disposición de la Justicia, de vacaciones en vaya usted a saber qué parte o a la sombra en alguno de los centros penitenciarios que adorman la geografía española como la de todos los países que en el mundo son. Debe ser trágico. Necesariamente.

Hoy, en un oneroso ejercicio de voluntad, quiero evitar escribir sobre los temas de actualidad rabiosa que un día tras otro y desde hace muchos nos tienen atrapados, lógicamente a unos y a otros por razones distintas, teniendo claro también todos de qué pie cojeamos cada uno más o menos, que “el valor se le supone” a cada cual en aplicación estricta de la falta de rigor y de criterio propia de nuestro “momento histórico”, eso sí, menos histórico de lo que, también, algunos o muchos quisieran, que eso de los tantos por ciento también es cosa de hacérnoslo ver.

Así que… iniciando al tiempo que el de voluntad otro de imaginación, ejercicios digo, me sumiré en la marea de fiestas, festejos, réplicas, ajustes cronoterritoriales, colorida cartelería y carnes al sol en busca del interés de algún lector perdido y con ganas de perder –también– unos minutos, dispositivo en ristre, que no el antaño socorrido periódico de papel tan dispuesto en la barra de cualquier bar, en compañía del churro y del café, o de la vil cerveza y el certero pincho en función de la altura del sol o de la sombra.

Vano intento, lo reconozco pronto amigo lector –enemigo nunca–, y tarea imposible. Por ahora colgaré la pluma de teclitas negras –ya quisiera lucir la otra que tantas ventajas conlleva pero es lo que hay– y dejaré para ocasión más propicia malversar de forma impropia mi tiempo y el de ustedes, en la esperanza de que los malos no aprovechen demasiado el suyo.

¡Salud! De la de verdad…

 

Juan Manuel Martínez Valdueza

25 de julio de 2018

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