Tus t-errores mentales

Cómo consigue tu forma de ser engañarte para que siguas siendo la misma persona. Tu versión caduca de la realidad se defiende de tu capacidad alquímica con una versión barata y parcial: la química.

No existe persona alguna bajo la faz de la tierra que no quiera cambiar. No nos mientas, tú también quieres. ¿Por qué no lo llevamos a cabo satisfactoriamente? La respuesta existe y tiene un origen químico, ese ámbito “asalariado” de la magia y la vida. Sin darte cuenta incurres en el mismo error cada vez que intentas cambiar y es éste: mañana comienzo. Siempre es mañana. La noticia es que “ese mañana” no lo dice tu mente, lo dice tu química, que se ha sublevado y quiere hacerse con la empresa de tu vida.

Mucho o poco, pero todos tenemos asignaturas pendientes en nuestra personalidad, esa que nada tiene que ver con quien realmente somos. Tu forma de ser auténtica está dotada de una fuerza alquímica (que no química) para darte la oportunidad de ser todas las versiones de ti mismo que te propongas. Sin excepción. En cambio, siempre eres igual por culpa de tu personalidad, una versión solitaria que se erige en única para luego exigirte ser monarca tu existencia. Tu personalidad es la falsa forma de ser nutrida de creencias que has llegado a considerar verdadera. Nunca podrá serlo pero lo crees y, por eso, lo llevas a cabo. Maldita locura. Sí, locura. Así se ha construido buena parte del mundo conocido, el que llega luego, después de tu interior.

Carl Gustav Jung sacó a la luz durante el siglo XX el concepto “persona”. Este es simplemente “quien crees que eres” en función de lo que “creen los demás” y en base a “que actividad desempeñas”. El ser humano que tiene muy acusado este concepto acaba convirtiéndose en quien no es y sí en quien esperan los demás que sea. Es decir, el mayor fracaso en la vida sin duda. No te aflijas, no tienes la culpa. Te dijeron que fueras así y lo creíste durante un tiempo. Es tan falso que debes ser como te han dicho que luchas contra ti para dar vida a alguien que no eres tú. Pero esa lucha siempre llega a su fin, pues no puedes ser beligerante eternamente. La naturaleza del hombre es cambiante, pero no en el sentido excluyente, sino en el evolutivo: sumar a lo sabido. A pesar de todo somos incisivos, tercos y repetitivos y queremos sumar en el mismo lugar, de la misma forma, con las mismas seguridades, etc. Sumar peras, manzanas y zanahorias siempre fue imposible. Casi debería hacernos gracia el mero hecho de haberlo intentando…

 

Las personas quieren evolucionar pero cambiando hasta el sentido natural del vocablo. Literalmente, evolucionar es un cultismo latino del verbo “evolvere”, que deriva del sufijo ex (echar fuera) y del verbo “volveré” (dar vueltas), es decir, “dar vueltas fuera”. Salir de lo que eres. Tu naturaleza lo intenta y tu química lo niega.

 

Piensa bien esta frase: tú eres alquímico y tu personalidad es sólo química. Tú trasciendes sobre ella pero no te das cuenta de su engaño. Las personas acostumbradas a una personalidad acaban generando un escenario químico que permite pensar como sientes (química). Justo aquí está la “cárcel”, el autoengaño más refinado que los seres humanos practican. Es casi admirable, pues su exquisitez no tiene parangón, pero no acaba siendo digno de admiración por su estrepitoso fracaso en el fin: ser y serlo libremente.

 

El neuro-científico norteamericano Joe Dispenza define esas “cadenas” que te atan a la química y, por tanto, a no cambiar. Ese cóctel pretende atarte cuando intentas mudar, y aun reconociendo que el cerebro es el dueño del control sobre tu existencia, quiere sustituirte sin permiso.

EJEMPLO PRÁCTICO DE TUS T-ERRORES MENTALES

Un buen día decides que quieres cambiar. Durante unos segundos consigues sustituir lo ordinario de tu vida para sacar a relucir tu esencia: ser extraordinario y libre. En ese momento, todas las células de tu cuerpo reciben una “señal” de que ya no les van a servir en la barra de la vida el mismo y “apetecible” cóctel-sustancia. Ellas, tus células, están acostumbradas y no aceptarán la nueva norma que te impones sin intentar algo primero. Un sencillo método les permite literalmente engañarte y conseguir que nada cambie. Así pasan sus días los seres humanos. Intentando y auto-saboteándose su libertad y sin saber cómo o por qué no lo consiguen. Dispenza lo explica brillantemente de esta forma:

“Un ciclo (químico) continuo nos ha capacitado para ser así, como somos. Ante el cambio las células se unen y envían al cerebro por la columna vertebral, lo que yo denomino la “vía rápida” y el cerebro enciende diferentes circuitos para que pensemos como el cuerpo está acostumbrado a sentir. Como no generamos ya las mismas sustancias químicas, el termostato de estas sustancias baja. El hipotálamo detecta una disminución de las sustancias de siempre y envía señales a los circuitos del cerebro para que pensemos como sentimos. En pocos segundos escuchas “voces” que te sugieren que ‘comiences mañana’ tu cambio”

Ahí está la clave. La clave científica de por qué no puedes cambiar. Tu química se protege de ti, quiere seguir siendo quien es a pesar de tu insistencia. Es decir, el mundo al revés. Imagínate que eres un pez y naciste para nadar pero por “x” motivo (químico) has decidido para siempre seguir a tu cola. Solo darás círculos y círculos sin avances.

 

Tus t-errores mentales existen. Son invisibles y muy astutos, tanto que crees que están de tu parte y trabajan contra tu libertad. Un ambiente químico es un ambiente vivo y, por tanto, quiere seguir existiendo. Lo logra si no eres consciente y la consciencia también pasa por reconocer tu realidad química. Niégala, tu eres alquímico, capaz de transformarte en lo que desees.

 

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