Como si de una moneda se tratase las dos caras de la vida se mostraron este domingo ante los astures. Por un lado celebraron victoriosos el triunfo en el Circo. Por otro la caída del guerrero Gausón a los pies de Lancia ante las legiones romanas acaba con las esperanzas de continuar la lucha.
Triunfo del pueblo Astur
El desfile que partió del campamento astur-romano conducía a los protagonistas de ambos bandos hasta el mismísimo foro de la urbe. Allí los vencedores del Gran Circo Romano fueron recibidos por su pueblo y aclamados como los héroes que tumbaron al imperio en su propio terreno. Hasta el César se rindió a su valentía y coraje en el Circo. La tribu de los Guigurros acompañados por los Guerreros de Finn saldaron una deuda pendiente con Roma portando la litera de Augusto.
Pero una vez recogida la palma de la victoria los pies de los astures tuvieron que volver a la tierra. La batalla de Lancia estaba perdida. Los Brigaecinos habían traicionado a la confederación de tribus que se lanzaron contra los campamentos romanos. Con la muerte del héroe Gausón la esperanza de un pueblo astur libre se esfumaba.
Gausón ya descansa en Letavia
El cortejo con el cuerpo sin vida de Gausón discurrió hasta la explanada del campamento. Rodeado de sus mejores guerreros y al calor de las antorchas se preparó la pira funeraria del héroe.
Sobre su lecho se dejaron caer los cuatro elementos y se inutilizaron sus armas; las mismas que empuñaba en el momento de su muerte. Con la pira ardiendo y su cuerpo convirtiéndose en cenizas se ofrecieron combates rituales en su honor.
Roma estará contenta. Ha ganado la batalla más importante de su guerra de conquista del Noroeste peninsular. Pero seguro que no demasiado tarde, quizás un año, el Emperador tenga que volver a Asturica y enfrentarse de nuevo a la indómita naturaleza Astur.
