Siete cardenales en el corazón, la Archicofradía de Nuestra Señora de los Dolores

Extensa y rica historia la de esta cofradía astorgana que vive y se mantiene viva gracias a la devoción que su titular inspira a los fieles

Poner un pie dentro de la Iglesia de San Bartolomé de Astorga no es sólo visitar una parroquia más. Tampoco es únicamente la sede canónica de las Hermandades del Silencio y de la Santa Cena; también de la Archicofradía de Nuestra Señora de los Dolores. Si la visita se hace en la compañía de don Emilio Fernández Alonso, canónigo de la Catedral, consiliario de la Archicofradía y párroco de San Bartolomé y de Victoria Seoane, presidenta de la citada cofradía, todo se convierte en un paseo por la historia. Por la historia de Astorga, de la propia parroquia, y por la historia de una devoción hacia la Virgen de los Dolores que se pierde en lo más profundo del tiempo.

La imagen de la fe

Es una Virgen de avanzada edad. Casi desplomada en el suelo por el dolor que siente en el corazón. Su semblante es la más clara expresión de la amargura. Entre los dedos que La Dolorosa se lleva al pecho siete puñaladas de plata la atraviesan. Son los siete momentos amargos la vida de María: la Profecía de Simeón, Huida a Egipto, El Niño perdido, Encuentro en la Calle de la Amargura, Crucifixión de Jesús, Cristo muerto en sus brazos y la Soledad. Estructura piramidal, robusta. La talla de los pliegues del manto es viva, con aristas que le dan una cierta apariencia almidonada. No es la mano del maestro Juan de Juni la que descubre esta Dolorosa. Es el vallisoletano José de Rozas, quien siguiendo los modelos de la Virgen de las Angustias de Valladolid da vida a la imagen “del dolor” astorgana en 1706.

Tanto Victoria como don Emilio coinciden en que la obra de Rozas no fue la primera imagen de este tipo que se veneraba en la ciudad. Devocionarios antiguos muestran ilustraciones de Vírgenes con los cuchillos del dolor en el pecho. “Probablemente fuesen tallas de bastidor, tan sólo la cara, las manos y el manto”, comentan.

El mecenazgo privado al servicio de la devoción

Cuando se contrata a José de Rozas para la talla de algunas imágenes que debían completar el retablo barroco de la Iglesia de San Bartolomé, alguien vio en sus manos el “genio” ideal al que encargarle una más. Una Virgen de las Angustias al estilo de la de Valladolid que probablemente sustituyera una imagen anterior. El hijo de Alonso de Rozas ya era por esos primeros años del XVIII un escultor de renombre y sus trabajos no se cobraban precisamente a base de limosnas.

Sí es cierto que se recogieron donativos para sufragar los costes de la talla, pero casi la totalidad del importe que ascendía a  2.300 reales los pagarían doña María Antonia Santiesteban, viuda de Francisco de la Fuente y don Fernando González Castañón, párroco.

El primer juego de cuchillos que llevaba la Virgen era de acero. En el año 1728 se encargarían unos de plata, que al igual que la propia imagen fueron pagados con las aportaciones de la feligresía de la parroquia, de nuevo María Antonia Santiesteban aparece en los libros de cuentas.

Cabe destacar también el templete o camarín donde se cobija la Virgen durante todo el año. Siguiendo modelos de las custodias de Toledo o Córdoba, se levanta el camarín neogótico de plata Meneses regalo de los fieles don Indalecio Iglesias y don Modesto Goy en el año 1894.

Camarín de plata Meneses de la Dolorosa

La Guerra de la Independencia dejó asimismo su impronta en la parroquia como haría en el resto de la ciudad. Tan al alcance de la mano, la francesada se llevó aquellos siete puñales de plata que habían donado los devotos de la imagen. Será en el año 1897, y de nuevo bajo patrocinio privado, doña Juana Sánchez, cuando se coloquen los actuales.

La Archicofradía

Si bien ya sabemos que recién iniciado el siglo XVIII se encarga la talla de la Virgen aprovechando que José de Rozas tenía el encargo de algunas imágenes para el retablo de la Iglesia de San Bartolomé, no se recogen datos firmes de la Archicofradía como tal hasta el siglo XX.

Será en el año 1911 cuando se erija canónicamente “La Asociación de Nuestra Señora de los Dolores” estando por aquel entonces a la cabeza de la diócesis D. Julián de Diego y Alcolea.

Sí, asociación. El nombre de Archicofradía es algo que como si hubiese sido borrado de la historia no se sabe de dónde procede. Victoria comenta que se cree que se le pudo dar el nombre como título honorífico por la gran importancia devocional que tenía la imagen en Astorga. Para don Emilio puede responder a otra razón. Es posible -indica- que se tratase de una “Cofradía Madre”, es decir, que tuviese filiales en otras partes de la ciudad o en otras localidades. De hecho en la parroquia de San Andrés había una asociación de Nuestra Señora de los Dolores”.

La documentación firme de la trayectoria de la Archicofradía, no se tiene hasta el año de su fundación. Todo lo que se conoce de tiempos anteriores son retales y legajos de historia que hay que ir encajando como piezas de un puzle que van apareciendo poco a poco. 

Con siglos de historia últimos en Pro Fomento

Esto es algo que hay que destacar. Además Victoria hace hincapié en ello.  En el año de su fundación, la por entonces Asociación no decide incluirse en la Junta Pro Fomento. Será en 2006 cuando finalmente se vincule totalmente con la Semana Santa astorgana entrando a formar parte de la lista de la Junta.

Si esta Archicofradía es la última en ocupar la sección que este medio ha dedicado a todas las hermandades de la ciudad, es precisamente por el orden que Pro Fomento utiliza en su lista. En principio todas las cofradías se colocan por orden de antigüedad, pero en el caso de la Archicofradía de Nuestra Señora de los Dolores atienden al año de su incorporación a la Junta.

Con aproximadamente 300 cofrades, la presidenta indica que la Archicofradía se mantiene viva durante todo el año gracias a la devoción que inspira la Virgen a todos los fieles. No sólo la Semana Santa es su momento importante. La vida parroquial es constante y profunda; el rezo de la Corona, misas por los difuntos, actos de otras cofradías… en definitiva, culto ininterrumpido a la Madre de los Dolores.

Desde la directiva, Victoria anima a todos los lectores a disfrutar de la Semana Santa astorgana, a conocer su Archicofradía y a comprobar la gran devoción que arrastra su titular.

Cuando la tarde del Domingo de Ramos el estandarte de raso morado (regalo de Facundo Goy, 1871) salga de la parroquia, los hábitos con el  corazón bordado sobre el escapulario desfilen y los braceros trajeados porten a la Virgen por las calles de Astorga, toda una ciudad formará filas tras el amargo discurrir de Nuestra Señora de los Dolores.

Detalle del estandarte de la Archicofradía