PSOE y Ciudadanos, tremendos perdedores

Dos son los grandes perdedores de las elecciones autonómicas de este domingo en Galicia y en el País Vasco: el PSOE y Ciudadanos. Es una pésima noticia para la idea general de la gobernabilidad de España. El PSOE ha sido uno de los sólidos pilares políticos de la Transición española. Ha gobernado no sólo en España sino en la práctica totalidad de las autonomías, diputaciones y ayuntamientos. Hoy, tras estas dos elecciones, el PSOE corre el riesgo de convertirse en una fuerza política residual. De hecho ya lo es en el País Vasco, comunidad en la que llegó a gobernar y desde ayer es la cuarta fuerza política. Del cielo al infierno en apenas seis años.

Los socialistas han encadenado su sexta derrota electoral consecutiva en los últimos dos años y han obtenido los peores resultados electorales de su historia tanto en Galicia como en el País Vasco. Quizá por ello, anoche no salió a dar la cara ante la opinión pública su líder nacional, Pedro Sánchez. ¿Dimitirá esta vez? Por mucho que quiera un desesperado Sánchez, y salvo que los votos procedentes del extranjero modifiquen la adjudicación de algún escaño en el País Vasco, la suma de PSOE, Bildu y Podemos no llegaría para articular una alternativa de progreso en el País Vasco.

Y en Galicia ni digamos. El PSOE ya no lidera ni a la izquierda gallega, ya que las Mareas han obtenido mayor número de votos. Sánchez ya no podrá justificarse alegando que el PSOE lidera la oposición de izquierdas en Galicia y en el País vasco. En estos dos territorios sí ha habido sorpasso (adelantamiento). Podemos/Mareas se erige como el líder de las izquierdas en estos dos territorios históricos y básicos para la política española.

Pero lo peor es la tendencia. El PSOE lleva desde hace un año perdiendo decenas de miles de votos. Los perdió en las primeras elecciones generales de diciembre; luego volvió  a perder en las segundas generales de junio; y ahora lo ha hecho en el País Vasco y en Galicia. La tendencia a la baja es nítida y clara, lo que permite aventurar que si el final se va a unas terceras elecciones generales en el próximo diciembre, el PSOE puede perder su suelo electoral de 85 escaños y proseguir su caída en un pozo sin fondo. Uf.

El segundo gran derrotado en estas elecciones gallegas y vascas ha sido Ciudadanos. No ha sacado ni un escaño. Cero patatero. Un fracaso tremendo, lo que inhabilita a Rivera como un líder de proyección nacional. Sin duda, el voto útil del centro derecha lo ha acaparado el PP en detrimento de Ciudadanos. Ya sucedió lo mismo en las elecciones generales de junio pasado, en las que el PP reconquistó votos a Ciudadanos. Ahora ha vuelto a suceder en Galicia y en el País Vasco, lo que quiere decir que ya se ha convertido en una tendencia y que si mañana se celebrasen elecciones generales, Ciudadanos volvería a perder votos a favor del PP.

La  pérdida de protagonismo y de influencia de Ciudadanos es, asimismo, una mala noticia para España. Un partido como Ciudadanos es necesario por su carácter regeneracionista, modernizador y moralizante, sobre todo, frente a un Partido Popular devorado por la corrupción y su falta general de honestidad. Rivera no puede ser una alternativa política nacional sin tener presencia en comunidades tan emblemáticas como País vasco y Galicia. Un tremendo frac aso.

Y una de cal y otra de arena para el PP.  Ha revalidado la mayoría absoluta en Galicia a pesar de los pesares, sobre todo a pesar de todos los numerosos casos se corrupción, que ya parecen descontados por el electorado. Pero lo grave es que el PP se consolida como el último partido en representación política en el parlamento vasco; es decir, es una fuerza casi residual, sin capacidad de decisión ni de influencia. Tremendo. El éxito de Galicia no puede ocultar el catastrófico fracaso en el País Vasco, donde los partidos claramente constitucionalistas ya son minoría. Una muy mala noticia para España y su gobernabilidad.

Una vez que se pasen los efluvios de las celebraciones gallegas, Rajoy debería reflexionar sobre su fracaso en el País Vasco. El voto del miedo, como se ve, no es una fórmula infalible ni mágica.