Poesía y nuevas formas de espiritualidad

Platón en su diálogo “República” criticó la poesía de forma severa. Criticó la poesía de Homero acusándola de haber provocado una imagen distorsionada de la religión y la moral del pueblo ateniense. Hizo esta crítica siendo consciente de que Homero, a través de sus grandes poemas, había sido el gran educador de Grecia en el campo religioso y moral.

Platón consideraba a los poetas y al más destacado de ellos como meros imitadores de imágenes sin posibilidad de tener acceso a la verdad. Si bien son excelentes manejando las palabras a nada de cierto en su esencia responden las composiciones poéticas que no sirven más que para ilusionar o divertir a las personas (afirmaba con verdadera rudeza) De aquí se deriva la principal acusación de uno de los padres de la filosofía frente a la creación poética y que no es otra que el gran daño que causa a los seres humanos.

Esta visión de la poesía por parte de una las raíces del pensamiento occidental colocan al arte de la creación poética en una difícil situación para ser considerada positivamente con el transcurrir de la historia. Afortunadamente para nosotros Platón no siempre acertó en sus planteamientos y prueba de ello es que a lo largo de su vida rectificó muchos de sus postulados como hombre sabio y prudente que fue.

De este modo la poesía se vio libre de las cadenas en que la colocó tan insigne pensador. Esto, permitió que el cristianismo se topase con una Grecia heredera de la mitología homérica descrita con una estilo y calidad que hacen de estas obras un referente literario todavía en la actualidad.

Es evidente que las obras de Homero, la Ilíada o la Odisea ya no cumplen un papel configurador de la voluntad de los dioses o la moral de los humanos pero, sí que su trasfondo de espiritualidad y de moralidad permitieron que los griegos de la época pudieran entender el mensaje de una nueva religión que rompía con una visión religiosa donde los dioses caprichosamente interactuaban con las personas.

La influencia de la poesía de Homero en la aceptación del cristianismo por parte de los griegos fue determinante en el sentido de haber inculcado a los griegos un sentimiento espiritual y por lo tanto haberles preparado para adoptar una moral y ética que iba más allá de su inmediata realidad mundana.

La interacción con el cristianismo fue compleja porque los planteamientos de ambas formas de entender la vida espiritual diferían tan sustancialmente que pudiera haber resultado imposible el desarrollo del cristianismo bajo el dominio de la cultura griega. Es evidente que se pretendía pasar del más absoluto politeísmo al monoteísmo tanto o más radical. No es menos cierto que el epicentro de la poesía homérica era el héroe y este determinaba con sus actos el ejemplo de moralidad que se debía servir de modelo a los ciudadanos, frente a esto, el modelo de moral que propone el cristianismo es del hacer el bien y evitar la violencia.

¿Cómo hacer entender que Homero estaba equivocado en cuanto a la figura de Dios y de lo que era bueno y lo que era malo? Pues con mucha dificultad evidentemente. Había que encontrar la manera de hacer entender las nuevas ideas del cristianismo de forma que fueran asimiladas por aquellos que su cultura estaba profundamente preconfigurada por la poesía homérica. Clemente de Alejandría consideraba que toda enseñanza religiosa necesitaba de misterio y secreto y que por ello los oráculos hablan mediante enigmas y misterios. Esto está muy presente en la poesía griega y también en las Sagradas Escrituras. No en vano Jesús, para ser entendido recurre de forma continua a metáforas y a la alegoría, a insinuar para que descubramos nuestro propio camino. Jesús no siempre fue totalmente explícito y por ello la teología debe hacer un esfuerzo permanente para ir descubriendo paso a paso el significado de su mensaje.

Algunos autores han afirmado que la principal virtud de la poesía es que no es explícita, sino que cubre sus palabras con un fino velo que cada uno debe levantar suavemente para poder disfrutar su esencia. Quizás esto también sea uno de los principales atractivos de la palabra de Jesús, su sencillez, pero, a su vez su profundidad que toca el alma humana y que requiere levantar ese fino velo. Y cuando hablamos de alma, hablamos de la ontología del ser humano y de su sentido de la existencia.

El cristianismo aprendió de la poesía homérica que para llegar al alma y corazón de las personas es necesario hablarles de una determinada manera. Hay que hablarles de forma que toque su interior, que le permita existir fuera de una conciencia materialista y de un mundo acotado por las leyes de la naturaleza. Se les debe hablar de forma que les haga soñar, con heroicidades que superan las capacidades humanas convirtiéndose en semidioses, en el caso de la poesía griega, o en el caso del cristianismo que les haga soñar la venida del reino de Dios.

El cristianismo es, entre otras muchas cosas, una poesía con una fuerza sin igual que ha sido capaz de cambiar a la humanidad. Para ello se sirvió de una poesía anterior que determinó una de las culturas que son la base de nuestro pensamiento occidental. Se han complementado y el cristianismo debe mucho a aquellos poetas y primeros pensadores que apostaron por el valor del ser humano y sus relaciones con Dios.

 

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