Paco el inglés

Era un ilustrado moderno que vivía en una ciudad industrial del siglo XIX. Eso venía a ser Ponferrada hacia 1950. Una urbe entonces fronteriza y minera donde estaban muy vivas la crueldad y el odio de la guerra civil. Ciudad regida por militares, falangistas y clérigos, también por la niebla y el aislamiento.

 

Pero aquel pueblo grande también era un lugar acogedor y gracioso. Sucio y solidario. En el que había oficinas de la antracita, almacenes de hierro, señores que eran facultativos, delineantes o empleados de banca. En la cúpula social estaban los ingenieros de la térmica, los médicos y los rentistas. Gentes de raigambre pululaban por la zona vieja; pocas veces bajaban a la Puebla. Había cofradías de nazarenos y cofradías de hombrones que iban bebiendo vino por las tabernas al atardecer.

 

En aquel mundo no había sitio para Paco González. Que era un joven flaco, literario, rubio y de Toreno. Con aspecto de escocés, como tantos bercianos del monte. Paco trabajaba en una de aquellas oficinas, un cometido que cumplía honestamente, pero que le interesaba poco. Porque él tenía alma de artista y de investigador. Y hacía lo que podía para atender, siquiera precariamente, esa vocación. Estuvo en Argentina un tiempo; también en Inglaterra cuando muy pocos iban por allí. En Gran Bretaña aprendió el idioma de Shakespeare, y por eso le llamaba todo el mundo “Paco el Inglés”. Tenía una moto Vespa; iba por el Bierzo descubriendo ruinas y documentos, paisajes y vidas. Algunas veces dibujaba aquellos rincones, entonces poco transitados por las gentes de la ciudad. Paco el Inglés fue un animador del conocimiento de la comarca, y siempre lo hizo con una mirada apasionada, abierta y comprometida.

 

Tiempo después se implicó más en su mundo. Se licenció en letras y aprobó las oposiciones de profesor de instituto. Destinado en Teruel, allí hizo su tesis doctoral, que dedicó al rastro cultural de los peregrinos británicos medievales en el Camino de Santiago. Fue una labor que le llevó a pasar temporadas en Nueva York para visitar alguna de sus bibliotecas. Más tarde se trasladó y arraigó en Zaragoza, esa ciudad tan española, amable y estratégica.

 

Paco González venía por el Bierzo con frecuencia. Escribía libros sobre el Alto Sil, asuntos históricos. Era un hombre cordial, y es cierto que parecía británico. Su vida fue un curso de superación. Lo que lo vincula a otros grandes bercianos como Ramón Carnicer, Andrés Viloria o Antonio Pereira. Ellos, como Paco, partieron en clara desventaja, cada uno a su modo, pero alcanzaron sus sueños, su lugar en el mundo. Su vivir para la creación y el conocimiento. Desde la honestidad, la memoria, el talento y la independencia.

 

CÉSAR GAVELA

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