No con mi voto

Debo reconocer que, tras el debate de los cuatro presidenciables el pasado día 13 de junio, la perspectiva de unas nuevas elecciones allá por el mes de octubre no me parece una idea descabellada, aunque en esto me quede más solo que la una.

Y para rematar la faena, no solo no me parece una idea descabellada sino la única vía para poner fin a una muy democrática situación que, lamentablemente, no contemplaron los padres de la Constitución, tan atareados ellos con el encaje de bolillos autonómico.

Dando por válidos o aproximados los resultados que anticipan las encuestas para el 26-J, y dando también por válidas las posiciones expresadas por los presidenciables en el debate, así como si también creemos en el supuesto acuerdo para evitar unas nuevas elecciones, nos encontraremos con un gobierno, sea el que sea, que habrá resuelto la cuadratura del círculo. Difícil cuestión.

La esquizofrenia generada en muchos electores –no sé cuántos, pero seguro que somos muchos y de todo el arco ideológico-sentimental– tiene miga. Del no rotundo al sí por supuesto pasando por toda la gama de sí pero no o no pero sí a esta o aquella opción-papeleta es un camino y un castigo inmerecido que nos hacen recorrer nuestros orates políticos impunemente. Que juegan con nuestras convicciones plantándonos en la cara la utilidad o inutilidad de nuestro voto, esta vez sí o sí en función de sus nada claras intenciones poselectorales.

Llegado el caso por tanto que expongo en el tercer párrafo, la única solución pasa por que la próxima, corta y última legislatura con origen en el 20-D, con gobierno cuadrado o sin gobierno, sirva para que el legislativo así sobrevenido se dedique exclusivamente a aprobar una reforma de la ley electoral o del procedimiento que sea que termine de una vez con este despropósito. Son diversas las soluciones por casi todos ya apuntadas y cada cual intentará imponer la suya. Bien, que se elija la que más votos consiga y aquí paz y que los demás traguen.

Tiempo tendrán después sus señorías para abordar con serenidad la estrafalaria ley electoral española y poner fin de una vez al lastre que ha supuesto para nuestra democracia la discriminación positiva del voto-periférico-jodón, el tirar el voto minoritario a la basusa en aras a una supuesta estabilidad parlamentaria –falsa como la falsa moneda–, y otras lindezas que hacen de nuestra democracia prácticamente la única del mundo civilizado que admite en su santuario a sus contrarios.

Lo de “no con mi voto” comprenderán ustedes que no pasa de ser un amargo eufemismo que esconde mi particular contribución al desastre actual. ¡Claro que esta situación la ha producido mi voto y el de todos los de ustedes que votaron el 20-D fuera cual fuere el color de su papeleta!

Juan Manuel Martínez Valdueza

15 de junio de 2016