Los poderes de Ciro

Rebuscando entre mis papeles rastros de un asunto familiar que me inquieta, he venido a dar y por sorpresa con un documento, que no esperaba, lleno de sellos importantes por su tamaño y filigranas: un poder notarial colombiano para representar los intereses personales de Ciro Angarita Barón en España.

Es casi seguro que este nombre a la mayoría de los lectores no le diga nada. Sin embargo, creo que merece la pena que le dedique para ustedes unos minutos a este personaje, y sonreir de nuevo en el recuerdo de momentos vividos en su compañía.

Personaje y digo bien: cualquier colombiano no demasiado joven conoce a este minusválido de nacimiento por causa de la polio, en su silla de ruedas, dando conferencias por el mundo poniendo de los nervios al personal de vuelo, fundando instituciones jurídicas y siendo magistrado del primer Tribunal Constitucional de Colombia (Corte Constitucional lo llaman por allí).

Conocí a Ciro en Bogotá, siendo él decano de la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional, donde nos hicimos amigos, y pronto recorríamos España en plan turista y cicerone.

Con Madrid de cuartel general, numerito forzoso en el Hotel Tirol –todavía existe, remozado– en el barrio de Argüelles, la silla de ruedas debía ser de hierro forjado porque él pesaba bien poco, y de vez en cuando las barreras infranqueables: los gigantescos peldaños de la catedral de Toledo quedarán para siempre en mi recuerdo. Por cierto, en Toledo, en el magnífico mirador del Parador de Turismo, mi amigo Ciro dejó estupefactos a los comensales de otras mesas cercanas al hincarle el diente, tal cual, a una cigala de tamaño razonable, con un crujido sostenido y que duró desde la cabeza a la cola.

Teníamos proyectos, que la distancia hacían difíciles de cuajar, y los siguientes años el huracán de la vida nos alejó hasta perdernos cada uno a un lado del océano.

Un buen día, con los primeros pasos de internet, me dirigí a la Universidad de los Andes, último encuentro que tuve con él, a ver si con un poco de suerte lo localizaba. Un escueto mensaje me informaba de que “el magistrado Ciro Angarita falleció en septiembre del pasado año en acto de servicio”.

Hoy día, que vivimos en tiempo real y global, se hace raro el no saber nada de alguien durante años, y sobre todo si es un personaje público, pero hace muy poco tiempo las cosas eran diferentes.

Ahora sé que “Uno de los más importantes defensores de la nueva Constitución, Ciro Angarita Barón, murió ayer en Armenia. El 27 de septiembre de 1997, a las 11 de la mañana, cuando se dirigía a los asistentes, Angarita perdió el sentido ante la sorpresa de todos los presentes, que acudieron de inmediato a prestarle los primeros auxilios sin lograr reanimarlo. Momentos después, el ex magistrado fue remitido a la clínica San José del Instituto de los Seguros Sociales de Armenia, a donde llegó muerto”. Tenía 58 años.