Las casas de la lluvia de la antigua Somoza

Las barreras montañosas, en las que se encuentran situados los pueblos de la Maragatería alta , los predeterminados en lugares apartados.

Apartados en su conjunto general de otras comarcas, y apartados entre sí, en los cuales, se desarrollan unos sistemas únicos de construcción.

Construcciones, en su origen, vinculadas a lugares donde el hombre, constituyó sus primeros y primitivos asentamientos, junto con sus ganados.

Estos enclaves, donde no llegó ninguna cultura histórica arquitectónica, están contemplados y considerados, como lugares donde se conservan hasta al menos el siglo XVIII, viviendas y construcciones asociadas a la época prehistórica auténtica.

El Progreso constante y evolución pone en evidencia la desaparición de su origen arquitectónico, y como consecuencia, al margen de posibles influencias, la aparición de estructuras con estilos determinados.

Las construcciones o viviendas en la etapa neolítica, etapa en la que el hombre se asienta y deja de ser nómada, están asentadas sobre regiones naturales, allí donde las posibilidades de supervivencia permiten cubrir las necesidades más importantes.

Las comarcas montañosas, representan un refugio natural, pero de igual modo, una constante amenaza dadas las condiciones climáticas a las que se exponen sus primitivos habitantes.

Una de las características más llamativas de estas viviendas son sus tejados. En gran parte del noroeste peninsular, donde aparecen estas construcciones, quedando al margen su identidad artística, aparecen elaboradas de forma artesanal en función de sus necesidades y de sus recursos para poder construirlas.

tejados cubiertos de paja, que iban cambiando cada ciertos años debido a su deterioro, servían principalmente para protegerse de la lluvia y de la humedad, debido a sus propiedades impermeables.

En Maragatería, aún es posible ver alguno de aquellos tejados, que aunque no representan una cultura histórica arquitectónica, representan un origen muy remoto, siendo uno de los orígenes que permanecieron inmóviles casi hasta nuestros días.

Pero donde aún se conservan, de una forma admirable, es en el Oeste Berciano.

 

Isasy Cadierno

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