Julia Martínez-Lombó, don Evaristo y Astorga

Agrada visitar el casco antiguo de Oviedo, pues mantiene la pulcritud y cuidado con el que en su día por el ayuntamiento fue recuperado: ni un barrendero y, no obstante, sin un papel en el suelo; sin “estaribeles” en las calles, con letreros de comercios que no desentonan aparatosamente en las fachadas, con terrazas acordes con el entorno y que no impiden la visión de los monumentos, o dificultan el tránsito de los peatones… La Facultad de Filosofía y Letras ya no está residenciada en el rehabilitado Convento de San Vicente, en  la recoleta e histórica plaza de Feijoo, adonde nos incorporábamos, en los años finales de la Dictadura, los alumnos leoneses de estudios humanísticos; fueron años de gran agitación y de huelgas mineras con gran repercusión en el ámbito estudiantil, especialmente en varios departamentos de este centro universitario.

Creo que todos aprovechamos, después de años,  la ocasión de  visitar, especialmente,  lugares que tuvieron una significación en nuestra vida, si hasta ellos viajamos. Hoy la capacidad de la citada  facultad se ha visto notablemente ampliada, por la reconversión, como centro de sus estudios, de los edificios del antiguo cuartel de infantería. El entorno es agradable, con amplitud de lomas verdes, centros comerciales, y edificaciones típicas de las décadas expansivas. Me hubiera gustado, esta mañana del martes 29, entrar en ella acompañado de Francisco Fernández (Paco,  bienhechor para los astorganos),  pues le habría también satisfecho el presenciar la lectura y defensa de la tesis doctoral que, a las once, realizaba, sobre su padre, don Evaristo, Julia M.ª  Martínez -Lombó Testa. Una tesis no es cuestión de días, sino de años, y Paco pudo  colaborar con su memoria, antes de su cercano fallecimiento, en este erudito ensayo.

Julia realizó sus estudios en Astorga, también los musicales, como partícipe de la Banda Municipal, y  en el Conservatorio, tanto el grado elemental, como medio.  El superior lo cursó en la Universidad de Oviedo; sin duda, ha sido una de las alumnas más aventajadas, en el ámbito musical, de cuantas  han pasado por las aulas de una y otra ciudad. El título de la tesis que este martes defendía, para obtener el doctorado, lleva el título de El compositor Evaristo Fernández Blanco (1902-1993): de la modernidad al exilio interior. Es fruto de un arduo trabajo de investigación, sobre los fondos (todos cuantos había en el domicilio de Madrid) donados por los hijos de tan insigne compositor  a nuestro Ayuntamiento. Asimismo, de un rastreo por cuantos establecimientos, hemerotecas, archivos, pudieran haber tenido alguna relación o testimonio de don Evaristo. También, con la consideración de las importantes publicaciones que, a él dedicadas,  se han llevado a cabo en Astorga, por José Antonio Carro Celada, respecto a la biografía del autor, por  Daniel Gutiérrez Sanz, con un catálogo de sus obras, y a través de un  número monográfico de Astorica; sin olvidar  a algunos de los  mentores que reestrenaron algunas de sus partituras a partir de la época democrática.

Uno puede esperar de una tesis, de una verdadera tesis, que ha de despertar gran interés, máxime cuando estamos dignificando la valía de  un notable astorgano; y  confía en que  serán aportados datos novedosos, con solvencia reflejados,   del contexto social, personal, y de la propia obra del autor.  Julia fue desgranando, paso a paso, con gran naturalidad, el contenido de su trabajo doctoral: su estructura y contenidos, incluso ilustrados con fragmentos de composiciones, de distintas épocas,  de don Evaristo; con especial hincapié en su obra magna,  nacida de  la llaga de la guerra: La obertura dramática. Una labor la suya  muy  trabajada, y con magisterio dirigida por los doctores M.ª  Encina Cortizo y Ramón Sobrino.

La sorpresa para mí no fue tanto  la brillante exposición de Julia, que se esperaba,  ordenada, de cuando en cuando recopilada y sintetizada para que no perdiésemos el hilo de su discurso, sino el propio tribunal. Un tribunal compuesto por tres personalidades de la actual musicología, en los ámbitos docentes, de investigación, y de incentivación social (permítase esta expresión) hacia el arte de la armonía: los catedráticos Emilio Casares (emérito de La Complutense), José Antonio Gómez, decano de la de Oviedo y Francesc Cortès,  de la Autónoma de Barcelona. No fueron las habituales preguntas a la doctoranda, al final de la exposición, por parte del tribunal,  un mero trámite, sino toda una serie de sesudas y oportunas  observaciones en las que las cuestiones de la propia tesis, las relaciones con otras disciplinas como la literatura, las anécdotas, ricas, personales, relacionadas con el  conocimiento humanístico, estuvieron presentes; todo un aprendizaje, para cuantos asistimos a la sesión, de exaltación de la música y de consideraciones sobre la época en cuestión, sobre su auge, omisiones y carencias.

No creo exagerar si digo que el tribunal no solo  apreció sobremanera esta nueva aportación de Julia a la historia musical española, sino que los entusiasmó. Y por ello también se prodigaron en afectos hacia tan pequeña ciudad, Astorga, al “caldo de cultivo” de  su historia cultural. Solicitaron de Julia, con insistencia, que adecuase la tesis para su pronta publicación, que habría de ser netamente astorgana. A buen seguro, cumplirá tal deseo, que ha de tener su patrocinio. Julia ya es desde este martes doctora (con una nota de sobresaliente “cum laude”), y  aquel don Evaristo, que conocimos en el piso de Madrid (hoy propiedad municipal, como todo lo suyo y de su hijo Paco), que José Antonio Carro nos descubrió y rescató del olvido, va ganando día a día reconocimiento: el que se le negó, en gran medida,  en vida.  Un músico, don Evaristo,  que honraría  a cualquier ciudad, pero que en este caso  ha sido la ciudad de Astorga, para su fortuna.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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