Hellas

Confianza y fiabilidad son términos por todos conocidos y empleados con bastante frecuencia para referirnos a personas cercanas o amigos que durante años nos han demostrado que merecen ser definidos con dichas palabras. Igualmente estos conceptos son empleados en infinidad de ramas de conocimiento, pero es dentro de la economía donde tienen una especial relevancia en los tiempos actuales.

Como todos sabemos, y fácilmente podríamos intuir, los cambios y novedades generan incertidumbre. Más aún si de lo que hablamos es de cambios al frente de la presidencia de un país, de un gobierno, o de una institución internacional. Es en ese momento cuando los actos deben ir calmando esa incertidumbre inicial para ir, poco a poco, generando la confianza necesaria. Es aquí cuando un mensaje lanzado sin la relevancia de ser primer ministro demuestra que puede ser utilizado para calar en una sociedad fragmentada, con enormes problemas económicos y sociales, incluso llegar a gobernar. Pero será ahora, una vez nombrado primer ministro, cuando deberá actuar con responsabilidad dejando los mensajes de agradable escucha a un lado y asumiendo la auténtica responsabilidad del que gobierna.

Desde luego en estos primeros días la falta de confianza y de fiabilidad del nuevo gobierno Heleno se está reflejando en la emisión de su deuda pública. Los bonos a tres años rondan ya tipos de interés cercanos al 14% (cabe mencionar que el bono español a tres años en su última emisión a cotizado a un tipo de interés medio del 0,556%) y los bonos a más largo plazo están alcanzando tipo cercanos al 10%.

¿Y ahora?

Se habla ahora de una renegociación de la deuda, pero creo es interesante mencionar que esta situación no es nueva, Grecia ya ha vivido que la eurozona haya modificado en varias ocasiones las condiciones de su deuda, alargando plazos, ampliando el periodo de carencia y rebajando tipos. La deuda pública Griega ya ha vivido una importante quita, en la negociación del segundo rescate, de los bonos que se encontraban en manos privadas y que llegaron a asumir una pérdida del 53%. Evidentemente frente a esta situación los únicos acreedores dispuestos a comprar deuda helena fueron los propios países de la Unión, a través del Mecanismo Europeo de Estabilidad Financiera (MEDE) según el cual a España le tocaba aportar el 12,75% de esa segunda ayuda a Grecia. Otros socios como Alemania y Francia han aportado el 29,07% y el 21,83% respectivamente. Una gran cantidad de países de la Unión aportaron fondos públicos para ayudar a Grecia: Alemania, Francia, Italia, España, Portugal, Luxemburgo, Austria, Eslovenia, Eslovaquia, Países Bajos, Bélgica, Finlandia, Letonia, Estonia, Irlanda, Malta y Chipre compraron deuda helena. Esto se puede traducir en que Grecia ha podido seguir haciendo frente al pago de sus pensiones, nóminas de sus funcionarios, prestaciones sociales… gracias a esta aportación de sus socios europeos, socios de la unión que cuando nadie en los mercados estaba dispuesto a comprar deuda pública griega asumieron dicha compra estableciendo condiciones que Grecia jamás hubieran podido lograr en el mercado.

Tras esta reestructuración de la deuda actualmente el 69% de la deuda pública griega está en manos de los países antes mencionados y del F.M.I, un 9% está en manos del Banco Central Europeo, un 12% sigue estando en manos privadas (cabe destacar que dentro de este 12% una gran cantidad son acreedores que no aceptaron la quita impuesta en la negociación del segundo rescate ya que no estaban dispuestos a asumir una pérdida tan elevada)  y el resto (un 10%) están repartida entre diferentes acreedores.

 

 

¿Dónde radica entonces el problema actual?

El principal problema al que debe hacer frente ahora Grecia es la ingente cantidad de capitales que están saliendo del país, y no solo eso, sino que la desconfianza de los mercados se ve plasmada en tipos de interés totalmente inasumibles para la economía helena. El principal problema actual es que la desbandada de la deuda pública se está traspasando a los principales bancos del país que han visto como en apenas 3 días sus valores bursátiles han caído cerca de un 40%. De continuar estas circunstancias los bancos empezarán, si no ha ocurrido ya, a tener problemas para poder colocar en el mercado nacional sus productos financieros.

Evidentemente frente a todos estos acontecimientos hay algo que es totalmente comprensible, Grecia necesita tiempo no solo para poder hacer frente al pago de los intereses que los rescates puedan haber generado, sino para recuperar su economía interna que debe ser su objetivo número uno. Pero lo cierto es que en pocos medios de comunicación he podido leer la realidad de los vencimientos relacionados con los rescates, Grecia tiene que empezar a devolver dichos préstamos a partir del 2040 y los intereses al fondo de rescate no se pagarán hasta el 2022. Es quizás por ello por lo que durante estos días hemos podido escuchar a muchos políticos de diferentes países de la Unión decir que “la renegociación es posible, pero quizás no lo más urgente”.

¿Pueden los países acreedores permitirse el lujo de una quita?

Lo único cierto y que parece ser un arma de doble filo es que Grecia tiene como principales acreedores al resto de países de la Unión mencionados anteriormente, que a su vez son los primeros interesados en que Grecia no caiga en la banca rota debido a las ingentes pérdidas que esto le produciría a sus aportaciones con el país heleno (recordemos que España tiene en bonos griegos cerca de 32.744 millones). Es ahora cuando resurgen voces desde el comité de Basilea solicitando que se debería asignar un nivel de riesgo a la deuda pública de todos los países, y que así pudiera determinarse cuanto capital se debe retener frente a la posible compra de dichos activos. Desde luego sería una buena medida en vistas de las declaraciones del nuevo primer ministro griego de no querer hacer frente a los pagos con sus socios de la Unión. La incertidumbre de la pérdida en los capitales aportados a Grecia empieza a sobrevolar la Unión Europea y ya han sido varios los ministros de economía de los diferentes países que ha declarado que ellos no están dispuestos a renunciar a sus fondos, si a fijar nuevos plazos, incluso a rebajar intereses, pero no a una quita. De producirse dicha medida ¿Qué país, entidad pública o privada estaría dispuesto a comprar deuda pública griega? La respuesta es tremendamente compleja, pero tengo la sensación de que o lo hacen los países socios o Grecia pronto se verá sola y con la necesidad de captar fondos para poder hacer frente a sus obligaciones de pago corrientes. Desde luego si pretende recurrir al mercado para la venta de su deuda pública debería empezar a demostrar a los acreedores que es fiable en los pagos e ir poco a poco ganándose la confianza del resto de los países de la Unión.

Lo cierto es que si algo nos permite corroborar la situación en Grecia es que la generación de confianza dentro de los mercados (igual que en la vida) necesita tiempo, pero la destrucción de la misma se puede conseguir en una sola frase, si esta es mencionada por un primer ministro

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