Godello

A costa del Godello, un vino blanco que recibe el nombre de la uva homónima, y que se produce en las comarcas gallega de Valdeorras, y leonesa de El Bierzo, se ha liado una gorda por el afán inquisidor de lo políticamente correcto. La nueva religión laica fabrica sus dogmas con fundamentalismos de teocracias.

Un caldo berciano, con el bonito nombre de Demasiado Corazón, y la bodega que lo comercializa, Almázcara Majara, acaban de ser pasto de los actos de fe del Torquemada de turno. El gran pecado: una etiqueta en las botellas y una valla publicitaria que contienen la mitad de la espalda de una mujer en bikini estampado de corazones y un fondo de mar calmo, que sugiere la placidez del litoral mediterráneo.

La orden de retirada procede del Observatorio de la Imagen de las Mujeres, dependiente del Ministerio de Igualdad que, alega, se trata de una utilización de la mujer como objeto sexual. Como replican los responsables de la bodega, el dibujo lleva expuesto desde 2014, y nunca ha suscitado una queja.

Desde esta opinión de parte implicada, caen en cascada razonamientos de la cotidianidad. Conforme a este argumento administrativo, el bikini en las playas tiene que ser motivo de censura, porque es la misma exposición de un cuerpo para deleites  procaces del patriarcado. Y no digamos lo que se pueda esgrimir del topless, aceptado con absoluta naturalidad por todos los que gustan del ocio playero o piscinero. Aún más, escuetos atavíos fueron punta de lanza de una modernización de costumbres que borraba la España pacata de décadas atrás, dignas de olvidar, y que parecen regresar con los mismos perros y distintos collares.

Hay que tener una mentalidad inquisitiva para que se pueda entender en esta etiqueta o dibujo una tentativa de agresiones sexuales a las mujeres. Desaparezca de raíz, pues, la publicidad de las firmas de lencería o el desnudo del arte, tanto en pintura, como en escultura, como en fotografía, donde concurren los dos sexos. Imaginar lascivias así, más parece reacción de las mentes enfermizas de un puritanismo beato que se creía superado.

La mujer merece otros argumentos en su legítima defensa de la igualdad. Hay que acabar con siglos de injusto reparto de los derechos y obligaciones entre sexos. Pero no creo que el radicalismo que emana de los despachos del Ministerio de Igualdad favorezca la noble causa de colocar a las mujeres en la magnificencia que merecen.

ÁNGEL ALONSO

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