El historiador y doctor en Historia Antigua José María Manuel García-Osuna y Rodríguez ha presentado su décimo libro, ‘Los cartagineses en la Península Ibérica’. En esta obra, el autor ofrece un enfoque inusual al abordar la historia de la presencia cartaginesa en Iberia desde el punto de vista de los vencidos, desafiando la narrativa oficial impuesta por Roma y recuperando las voces silenciadas por los cronistas romanos.
La obra se centra en la figura de Amílcar Barca (c. 275 a.C. – 228 a.C.), general cartaginés que comandó las tropas de Cartago en la Primera Guerra Púnica, explorando su llegada a Iberia y su trágico final. García-Osuna sigue el rastro de su legado a través de su yerno, Asdrúbal Janto, conocido como “el Bello”, cuya misión fue consolidar el poder cartaginés en la península fundando Qart Hadasht (Carthago Nova), hasta su muerte en 221 a.C.
Pero el relato no se detiene ahí. El autor da un paso más y reivindica la influencia de los Bárcidas, centrándose en la figura de Aníbal, el hijo de Amílcar, cuyas campañas contra Roma marcarían la Segunda Guerra Púnica. En un ejercicio de contranarrativa, García-Osuna expone cómo los cartagineses fueron presentados por los romanos como los culpables del conflicto, cuando en realidad, según sostiene el autor, fue Roma quien provocó la guerra de manera sistemática.
La lucha por el control de Iberia
Los cartagineses en la Península Ibérica no solo aborda la dimensión militar del conflicto, sino también el trasfondo cultural y sociopolítico que definió la relación entre los cartagineses y los pueblos íberos. El autor analiza cómo la llegada de los Bárcidas a Iberia no solo fue una maniobra militar, sino también un proyecto de integración y control territorial mediante pactos, acuerdos y asentamientos estratégicos.
En este contexto, la obra recoge episodios como la construcción de Carthago Nova, la organización del ejército cartaginés —mayoritariamente compuesto por mercenarios— y las luchas intestinas en el Senado cartaginés, divididas entre la oligarquía agraria de Hannón “el Grande” y el sector comercial y popular liderado por Amílcar Barca.
Un panteón olvidado y un legado cultural silenciado
García-Osuna también dedica un capítulo a la estructura religiosa y cultural de Cartago, destacando la riqueza del panteón púnico. Dioses como Baal Hammon, Astarté o Tanit, símbolos del poder, la fertilidad y la guerra, fueron piezas clave en la cosmovisión cartaginesa, cuyo culto se extendió por la península ibérica.
Además, el autor rescata la figura de Sofonisbaal, célebre por su belleza e inteligencia, cuya influencia política y diplomática dejó una huella indeleble durante la Segunda Guerra Púnica. Asimismo, el texto subraya el papel destacado de las mujeres cartaginesas, quienes, a diferencia de las romanas, gozaban de mayor autonomía y eran reconocidas por su fortaleza y capacidad de liderazgo.
En su esfuerzo por recuperar la voz de los vencidos, García-Osuna incluye un texto íntegro de la novela Salambó, que ilustra la desesperación cartaginesa frente a la humillación impuesta por Roma tras la Primera Guerra Púnica. A través del personaje de Mato, líder de la rebelión de los mercenarios, el autor muestra cómo la desesperación y el sufrimiento marcaron a una civilización que, según él, fue víctima de un auténtico genocidio perpetrado por Roma.
El libro concluye con un epílogo en el que García-Osuna cita al obispo cartaginés San Agustín de Hipona, quien en su epístola XVII del año 401 d.C. aún recordaba la lengua púnica como una de las grandes herencias culturales que Roma intentó borrar.
Con Los cartagineses en la Península Ibérica, José María Manuel García-Osuna y Rodríguez invita al lector a mirar la historia con nuevos ojos, cuestionando las verdades establecidas y reivindicando a una civilización que, pese a haber sido aniquilada, dejó una impronta indeleble en la historia del Mediterráneo.