El papa Francisco ha fallecido este lunes en Roma a los 88 años de edad, después de permanecer ingresado varios días a causa de una neumonía bilateral. Con su muerte concluye un pontificado de casi doce años en el que se convirtió en un referente moral y social dentro y fuera del ámbito eclesial.
Jorge Mario Bergoglio, originario de Buenos Aires, fue elegido papa el 13 de marzo de 2013, convirtiéndose en el primer pontífice procedente de América Latina y también el primero de la orden jesuita. Su liderazgo se caracterizó por la cercanía con los más desfavorecidos, las reformas internas en la estructura de la Iglesia y un estilo pastoral marcado por la sencillez y la denuncia de las desigualdades.
Con su fallecimiento, queda activado el protocolo de sede vacante, por el cual cesan de manera automática todos los cargos de gobierno del Vaticano, salvo contadas excepciones. Hasta la elección de un nuevo pontífice, la administración ordinaria de la Santa Sede queda en manos del cardenal camarlengo, actualmente el irlandés Kevin Farrell.
En las próximas horas, el decano del Colegio Cardenalicio, Giovanni Battista Re, convocará a los cardenales de todo el mundo a Roma para la celebración del cónclave. Solo aquellos menores de 80 años participarán como electores en la elección del sucesor de Francisco.
El fallecimiento del pontífice ha conllevado también la suspensión de todos los actos previstos dentro del Jubileo de la Esperanza 2025, una de las grandes celebraciones religiosas del año, que quedará ahora a la espera de la decisión del futuro papa.
Durante los últimos años, la salud de Francisco se había deteriorado considerablemente. A su conocida lesión en la rodilla, que le obligó a usar silla de ruedas en múltiples actos públicos, se sumaron intervenciones quirúrgicas y episodios respiratorios que afectaron a su agenda. El agravamiento de su estado se produjo a principios de este año, cuando contrajo una bronquitis que derivó en su hospitalización final.
El papa Francisco pasará a la historia como un pontífice que trató de modernizar la Iglesia desde dentro, sin romper con la tradición pero planteando una renovación profunda en su estructura, mensaje y prioridades. Frases como “Prefiero una Iglesia herida por salir a la calle que una enferma por encerrarse” resumen su visión de una comunidad viva, presente en el mundo real y comprometida con su tiempo.