En Memoria de Carmina Prieto Picorel: Bordadora de nubes

 

Te fuiste como querías, sin molestar, y sin que mediara la angustia; te quedaste dormida y al despertar todo el cielo algodonado brillaba a tú alrededor. Como aquí. Porque tu vida Carmina, fue luminosa y alegre, llena de belleza, la tuya y la que sabias crear.

Maragata de Santiago Millas,  inteligente, trabajadora, sensible,  nada se te ponía por delante para luchar por lo que  querías, ya fuera aprender a bordar, conducir un coche o navegar por Internet. Lectora incansable, viajabas con los libros por todo el mundo y regresabas llena de fuerza para cuidar de Santiago y de Jacqueline, tus dos amores.

El esposo, Santiago, emprendió muy temprano el camino al más allá, por lo que tuviste que trabajar día y noche bordando paisajes, mantillas y mantos, tan hermosos que hacían y aún hacen, resplandecer a quienes los portan. Todo por y para los hijos: Santi y Jacqui, así los llamabas con eso apelativos cariñoso y la sonrisa en los ojos. Tus queridos hijos, y también las hijas de tu hijo, Alejandra y Patricia; en tu boca sus progresos, su preocupación por ti, que era reciproca.

Siempre fuiste autodidacta, elegante, guapa, muy alegre. Los sinsabores de la vida solo consiguieron hacerte más fuerte y más sabía.

Te veo en las fotos de juventud que me enseñan tus hijos, y reconozco a la Carmina que desde nuestro primer encuentro me pareció entrañable, delicada y más buena que el pan.

Nunca querías molestar a nadie y el lunes no llegaste a la cita que tenias conmigo. Seguramente decidiste  que era ya tiempo de ir a buscar a Santiago, y bailar con él, como aquella tarde de tus 20 años.

Me contabas tus cuitas, las preocupaciones que llenaban tu alma, delicada y sensible y a mí me hubiera gustado decirte que eras como dice tu nombre: canto, poema, jardín.

Te imagino recorriendo pausadamente el cielo, seleccionado nubes: esta me gusta, aquella menos.. pero tiene un tono al que irá bien este bordado en oro y azul. Y sentada en la más brillante estrella de Orión, te veo cada noche enhebrando los hilos de plata, las hebras de oro, para luego, puntada a puntada, hacer filigranas que semejen flores de muchos colores, y con un aroma que llegue a tus hijos balsámico y tierno.

De vez en cuando, levanta tus hermosos ojos del pañuelo de nubes que bordas, y  mira a los que aquí dejaste, desconsolados, muy tristes. Cuida de nosotros, Carmina, y  ayúdanos a seguir tu senda de trabajo, discreción y amor por la verdad y la belleza.

Victorina Alonso Fernández.

Un triste  y frío día de noviembre del año 2019