El placer de abrir un libro

En estos días, si estuviéramos en la vieja normalidad, andaríamos de caseta en caseta entre libros y libros.

 

¡Ah, los libros! Además de las historias que nos regalan, para mí, siempre han sido objetos casi mágicos. Esas ediciones cuidadas con colores, formas y texturas que reclaman al lector; esos libros antiguos que quieren contarte su propia existencia; esas librerías y bibliotecas que parecen templos del conocimiento…te arrastran suavemente hacia una historia interminable de amor con esos conjuntos de hojas encuadernadas.

 

Cuando era niña, deseaba con todas mis fuerzas que llegara el viernes para ir a la biblioteca del cole. Los libros reposaban en ordenadas estanterías protegidas con puertas de cristal y madera. La hermana Elena Pilar nos abría con unas llavecitas doradas solo un par de ellas en las que estaban los libros que podíamos coger y llevar. En esa Biblioteca conocí a Guillermo Tell, a los Cinco, a Ivanhoe, a Zeus… Y llegó un día en que se me concedió un privilegio. Desde entonces, casi a escondidas, más puertas se abrieron para mí. Temblaba de la emoción. Pude coger entre mis manos libros hasta entonces prohibidos para seguir conociendo nuevos mundos, nuevas historias y nuevas vidas

 

Los libros llenaron los veranos de mi infancia: resolví misterios con los Tres Investigadores, compartí aventuras con Puck y jugué al lacrosse en Torres de Malory. Luego llegó el momento de retorcer el alma con El árbol de la Ciencia y San Manuel Bueno, mártir.

 

A veces un libro es la mejor medicina. En un momento de mi vida en el que pensar mucho me hacía daño, afortunadamente cayó en mis manos, Olvidado Rey Gudú, que dulcemente me llevaba día tras días de la mañana a la tarde y a la noche.

 

A veces un libro te rompe el corazón, la última vez que esto sucedió fue por Jude en Tan poca vida. Otras veces te hace indignarte ante las injusticias del mundo como en El Peregrino y otras te lleva a mundos maravillosos con elfos, hadas y dragones.

 

¡Ah, los libros! Esos buenos amigos que nunca te traicionan y con los que deseas renovar el ritual de cogerlos con veneración, abrirlos y dejarte llevar. Un placer altamente recomendable, que no se marchita con el tiempo y que crea una sana adicción

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