El perro del hortelano

Tiene pinta de que los nubarrones sanjuaneros de León son un presagio de lo que se avecina en el terreno y en el tiempo político. Nubes cargadas de malos presagios. Es lo que hay. Lo dijo el otro día el líder de Ciudadanos regional y aspirante a la canonjía de la Vicepresidencia de la Junta de Castilla y León, sí, Francisco Igea, al confesar que comprende el cabreo y la decepción de los militantes y votantes de Ciudadanos por pactar con el PP. Se habrá quedado a gusto consigo mismo y con su conciencia, pero no es eso lo que se espera de un político que ha prometido regeneración, cambio, ilusión, rearme de moral y no sé cuántos sueños más. Al final, y como escribo desde Almagro, permítaseme la licencia de los clásicos, los sueños, sueños son, decía Calderón. E Igea ha vuelto a cumplir el estereotipo del político tipo medio, mediocre, de no cumplir y, lo que es peor, de decepcionar antes de comenzar.

No es de extrañar que ante estos comportamientos huyan de la sombra de Rivera y los suyos personajes tan ilustres y de contrastadas virtudes como Javier Nart, quien durante la campaña visitó León y fue a la Cámara de Comercio a dar una lección de liberalismo y europeísmo a los siempre recatados y prudentes empresarios leoneses. Y se marcha Toni Roldán, diputado electo y uno de los cerebros económicos del partido naranja. Y ante esta marcha, Igea pone en su twiter una foto suya abrazando a Roldán. ¿Un último homenaje? ¿una provocación? ¿una pose de rebeldía calculada? Igea me suena, volviendo a los clásicos almagreños, que es como el perro del hortelano, ni come ni deja comer. Quiere el cambio, pero se entrega con armas y bagajes al enemigo, como el último rey moro de Granada. Prefiere al PSOE pero pacta con el PP por imperativo legal. Y, seguro, que luego vendrán las lágrimas y el rechinar de dientes. Al final, los que queden de Ciudadanos en León van a estar al servicio de un mero correveidile de Madrid. Tanto suspirar por la autonomía y el nadador termina muriendo en la orilla.

Espero con ansia el futuro ensayo del profesor Sosa Wagner, íntimo de Rivera, para intentar comprender tanto desvarío. Antecedentes políticos los ha habido: Operación Roca, CDS y últimamente UPyD. Los tres se presentaron en sus respectivos momentos como partidos liberales, europeístas, regeneradores, centrados, promotores del diálogo y del consenso, de la transversalidad, como ahora se dice, y los tres terminaron ardiendo en la hoguera de San Juan, como desechos, como trastos inútiles.  No es de extrañar que el afrancesado Valls, con experiencia al otro lado de los Pirineos, también haya roto la baraja. Con estos ni a recoger duros. Y el mediogabacho ha hecho sus maletas, ha mirado hacia atrás sin ira y con una sonrisa unamuniana se ha dicho para sí, qué inventen ellos. Ay, Ciudadanos.

Así, pues, seguimos instalados en la inestabilidad. Y va para rato. Un montón de elecciones en año y medio no ha servido para nada. Dos meses sin gobierno y el solar patrio convertido en una almoneda. ¿Quién da más por mi reino de taifas? gritan desde los cuatro puntos cardinales de la geografía nacional. Rajoy, desde la discoteca esa balear a la que se ha aficionado ahora, debe estar riñéndose de su sombra y la del resto de la clase política. No queríais tancredismo, pues ahí va doble ración. Y Rajoy se marca otra conga bajo las luces destellantes de neón. Y Sánchez, sentado a la derecha de Macron, lee complacido el último mensaje de whatsApp de Pablo Iglesias: “Anda, dame el ministerio de Marina”. Afuera, hace calor, demasiado calor.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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