El Cuartel y Astorga

Resulta curioso escuchar siempre la típica frase: «Astorga, curas y militares». Expresión que hemos escuchado infinidad de ocasiones refiriéndose también a la capital burgalesa. Está claro que para asimilar mejor el mundo en el que vivimos se nos hace necesario el uso de tópicos. Nos gusta controlarlo todo, que nada nos dé miedo por aquello de desconocerlo. Ponemos nombres y con ello estamos ejerciendo un acto indirecto de posesión. Es algo del subconsciente y un rasgo que guardado en nuestro más profundo interior se repite desde la Noche de los Tiempos del hombre.

La realidad, sin embargo, es bien distinta. En Astorga siempre hubo destacamento militar. De hecho el castro astur, o ástur como dicen algunos ahora, no fue si no en origen, un asentamiento romano militar que, con el paso del tiempo, dio lugar a una ciudad de las más espléndidas y bellas que existieron en el noroeste peninsular. De aquellos tiempos quedan unas pocas piedras, sillares, en fragmentos del recinto amurallado. Al fin y al cabo las murallas se construyeron para defenderse de, no para no salir de, aunque algunos, también por miedo, parece que no hubieran salido nunca y no ven más allá de su nariz.

Y así seguiríamos por los siglos de los siglos, pero realmente en la Astorga contemporánea, además de aquella Caja de Reclutas de cuyo recuerdo tan sólo queda la fachada y algunas vivencias de nuestros mayores, lo cierto es que el Cuartel de Santocildes tal y como lo conocemos fue una de las cuitas resueltas con feliz final por el General Cabrera, debidamente recordado y homenajeado en la Plaza. Luego no estamos hablando de más allá de siglo y pico. También él fue el precursor de innumerables maniobras militares en el Campo del Teleno. Cosa más criticable es cómo se resolvió y cómo se gestiona en las décadas más cercanas.

Pero lo de la vena militar, la mayoría de los astorganos de bien lo llevamos en la sangre sin ningún tipo de pudor o rubor. Quién más o quien menos tiene guardadas en su retina centenares de imágenes de militares de paseo por nuestras calles y plazas. Las preciosas alfombras de flores en días importantes de Semana Santa, los estéticos desfiles y marchas con las compañías marciales extraordinarias…Incluso en nuestras pandillas siempre existían hijos e hijas de militares de cualquier rango. Muchos nos hemos criado bañándonos en la piscina del Cuartel, estudiando en su Biblioteca, tomando una Coca cola en el bar de oficiales, por cierto, baratísimas, o jugado al balón en el patio de armas cuando no nos veían hasta que nos pillaban. Nunca entendí porqué la piscina estaba arrestada; decían por el resbalón de uno de nosotros que tuvo que ir al sanatorio de las Cinco Llagas de don José Luis Vega. Misterios de la infancia. Cuántos apellidos, para muchos de nosotros unidos a nuestra pequeña historia como los Vecino, Yordén, Picatoste, Bragado, Sobrino, Martín, San José, Liébana, uf, son tantos que alguno se va a ofender, mejor callo. Son también ya astorganos por los cuatro costados.

Todo eso por no hablar de la riqueza que para la ciudad siempre ha generado el Cuartel, la convivencia con los civiles, que tiene en su campeonato de mus un hito que en pocos o ningún lugar más de España se repite. Por eso, y por muchas cosas más, da tremenda lástima el poco respeto que ahora parece infundir esta institución, como todas aquellas que en su día lo dieron todo por nosotros. A los que nos gusta la historia, es decir, a casi todos los astorganos, recordamos cómo vencimos a los franceses y a todo quien se pusiera delante. No he contado las veces que Astorga fue destruída, Almanzor, castellanos, suevos, vándalos…Pero siempre ha vuelto a resurgir.

Cuando paso por la antigua Nacional VI y veo salir a la tropa, hoy profesionalizada, me pregunto cuántos de ellos sentirán el amor a nuestro país, a nuestra ciudad y a nuestras cosas. La entrada hoy está tan vetada a los niños de hoy en día, es todo tan frío, las instalaciones están tan vacías y sus ocupantes son, muchos de ellos, meros funcionarios que no ven más allá de su retribución y los años que le restan para subir en el escalafón o finiquitar su contrato como si de un trabajo más se tratara.

Alejandro García Nistal: Licenciado en CC de la Información por la Universidad de Navarra. Especializado en Comunicación Política. Tertuliano y columnista en diversos medios.