El paseo de Año Nuevo fue sencillamente maravilloso. Durante unos pocos días pudimos disfrutar de Astorga y de la familia. El sol se hizo hueco durante unas horas entre la niebla matinal y la fría noche posterior. Las calles y plazas de siempre con su lento cambio de fisonomía a través de los días que transcurren con un tempo distinto, se diría más lento, que allá afuera, en el otro mundo exterior fuera de sus murallas. Y hablando de este monumento. En nuestro paseo donde al fin pude saborear mi habitual habano -fumar es todo un lujo a tenor de la restricciones sanitarias- conseguimos vislumbrar que el atentado contra el legado histórico, nuestro patrimonio y la economía local se cometió finalmente como temíamos muchos astorganos tiempo atrás. El nuevo Teatro Municipal nada respeta aquel documento en se hablaba de «forrar la parte de cinturón pétreo y ventanas como saeteras disuasorias» tal y como se acordó por parte del movimiento ciudadano de entonces, el Ayuntamiento y el Ministerio de Cultura. Pasarán siglos para recuperar lo que a todos se nos quita en esta absurda cerrazón y falta de palabra. Precisamente, recordé a Martín Martínez donde hasta tres veces menciona su temor a que esto sucediera en su libro de las Murallas de la activa asociación cultural Marcelo Macías.
También pudimos comprobar cómo han proliferado las pintadas, ahora llamadas grafitis, de signo político de ultraizquierda. Debe ser que por cambiarle de denominación se intenta hacer también tornar un acto sucio a lo que fue un fenómeno de protesta social internacional. No nos dan gato por liebre. Algunos miembros de la Policía Local nos cuentan que se encuentran indefensos y un tanto desilusionados por falta de apoyo a una serie de intervenciones realizadas hace tiempo al respecto. Ni multas para los padres de los mozalbetes, ni trabajos sociales en juicios rápidos como sucede en la mayoría de urbes cercanas.
El 2014 se terminó, pero persisten, a poco del 2015 que vamos comenzando, la actitud testaruda de quien se cree artista del pueblo por rodearse de titiriteros, o del sucedáneo de escritor progrepijo por hacer acopio de textos ajenos o de quien cree verdadera su figura pública indispensable y de alto honor cuando sabe que su tiempo es efímero como volátil su palabra dada.
En un falso platanero con las ramas peladas descubrimos un pequeño nido que pronto albergará gorriones…