Confinamientos de la segunda ola, ¿qué funciona mejor para doblegar la curva?

Cuanto más duras, más bajan los casos, mientras que las 'blandas' permiten controlar crecimientos exponenciales pero no reducir los contagios

Con el confinamiento perimetral de Madrid, muchas han sido las voces que han puesto en duda la eficacia de las medidas restrictivas para hacer frente a la expansión del COVID-19, en las que Castilla y León tiene la doble experiencia de aplicar confinamientos selectivos, por un lado, y limitaciones extra dentro de las establecidas para el conjunto de la Autonomía. La experiencia se ha vivido con diferente grado de éxito en ciudades como Valladolid y Salamanca, a las que acaba de unirse León; en capitales más pequeñas, como Palencia, y en pequeños y medianos municipios, como Sotoserrano, El Carpio e Íscar y Pedrajas de San Esteban, una isla donde no se sabe muy bien qué ocurre porque pese a repetir confinamiento esta misma semana continuaba habiendo casos nuevos.

Estas últimas localidades fueron las primeras en estrenar los confinamientos, junto a Aranda de Duero, donde la fórmula funcionó. En Valladolid y Salamanca también se levantaron las medidas excepciones porque se logró frenar el crecimiento exponencial de contagios, lo que no quiere decir que los casos bajaran, sino que se controló el ritmo de nuevos casos.

¿Pero qué dicen las gráficas de los efectos de una y otra medida? La respuesta es sencilla, cuanto más duras, más eficaces. No hay más que volver la vista atrás para ver lo que sucedió durante el estado de alarma. Y cuanto más blandas, menos baja la curva, porque las excepciones, por ejemplo, a la limitación de movimientos abren la puerta a una menor contención de casos.

La prueba, por ejemplo, es que en Aranda de Duero, que también fue de las primeras en estar confinada, logró bajar la incidencia de los contagios a la mitad en tan solo una semana. Las alarmas saltaron los casos comenzaron a dispararse y pasar en cuatro días cero PCR positivas a 63, entre el 1 y el 4 de agosto, cuando la tasa pasó de 50 enfermos y de 30 enfermos por cada 100.000 a 132 y 142, en cada área de salud. El 5 de agosto las PCR positivas fueron 84, por lo que la Junta decidió confinar la localidad el día 7. Dos días después, eran 120, con una tasa de PCR positivas por 100.000 habitantes de 351,12 y 315,3. El confinamiento comenzó a tener efecto en cinco días, cuando los positivos comenzaron a caer hasta dibujar casi una pared para, a los 14 días volver a niveles de finales de julio, con 14 positivos por PCR el 21 de agosto, y tasas de 75 y 80 casos por cada 100.00 habitantes.

Mientras, en Valladolid y Salamanca, con restricciones más blancas, lograron doblegar la curva, bajar el crecimiento exponencial, pero no una caída tan brusca del ritmo de contagios. En estas ciudades, lo que se dibujó fue una meseta. En ambos casos fueron medidas sanitarias preventivas vinculadas a aforos y reuniones, pero sí se permitió la movilidad, que provocó que la gente acudiera a los pueblos colindantes a reunirse o a disfrutar de lugares de ocio.

La aplicación de las restricciones arrancaron el 3 de septiembre, después de varios días de un repunte de casos. Por ejemplo, entre las dos áreas de salud de Valladolid, la Este y la Oeste, se contabilizaron 153 casos de la enfermedad el 27 de agosto, que el 28 eran ya 166. El 31 sumaban 141, y se confirmaron por PCR 52 casos, según los datos recogidos en el portal de datos abiertos de la Junta. A mediados de septiembre, el ritmo de crecimiento comenzó a frenarse, lo que no indica que bajaran los casos.

Print Friendly, PDF & Email