Bienvenido Mister Biden

Por fin. Hace unos minutos que el señor Biden ha jurado su cargo como nuevo Presidente de los Estados Unidos. Ya puede respirar tranquila la totalidad de Europa y la mitad de Norteamérica. Que no está nada mal.

¿Qué cabe esperar ahora? Los más ilusionados de por aquí, de por Europa, una mejoría de las últimamente deterioradas relaciones económicas, militares y medioambientales con los americanos, en las que el señor Trump al parecer puso por delante de los europeos los intereses de su tierra chica. Un poco más cerca, aquí en España, además de lo que nos toca como europeos, cabría esperar un poco de tranquilidad, geoestrategia pura, a la hora de sustituir a España por Marruecos como aliado preferente del estrecho de Gibraltar a occidente, más viendo la traca final de Trump con el reconocimiento de la soberanía de Marruecos sobre el Sahara Occidental y la concesión de la “Legión del Mérito” a su rey, Mohamed VI, hace menos de una semana. Esto para empezar.

Sin embargo, el problema de fondo que ha acompañado al mandato del señor Trump no parece que vaya a desaparecer pudiendo, en todo caso, aminorarse. ¿Alguien piensa que el problema ha sido la estrafalaria figura del ya expresidente, sus modos y maneras, sus provocaciones? Esas actitudes sin duda han tenido que ver, pero en ningún caso justificarían la oposición feroz a su mandato de los europeos –incluidos los españoles– desde el minuto uno en que se alzó con la presidencia hace ya cuatro años. Se podría argüir que no ha sido el personaje sino sus políticas en torno a la inmigración, la sanidad, las libertades individuales, las relaciones internacionales, etc., los elementos que han determinado esa posición europea. Yo pienso que ni aun así se justifica.

¿Dónde entonces el problema de fondo? Quien haya seguido la política nosteamericana de los últimos años –no solamente los cuatro del mandato de Trump– habrá podido comprobar, o quizá percibir, la polarización de la opinión pública, o al menos de la publicada, entre republicanos y demócratas, al estilo de los países europeos y de la misma España, donde de eso sabemos un rato. Como en España con las izquierdas y las derechas, la asociación de los valores democráticos incluyendo la defensa de los derechos humanos, por hipótesis, por dogma de fe, lo es con las izquierdas aquí como allí con los demócratas. Esto es así, se pongan como se pongan unos y otros, aunque sea una premisa tan falsa como la falsa moneda. Nota: resulta paradójica la posición de las derechas españolas y de la misma Iglesia en orden al desprecio y rechazo del presidente saliente. Cosas veredes.

Pero nada es fácil y menos en política, así que hay que simplificar un poco: al abarcar los demócratas desde la ultraizquierda hasta el centroizquierda y los republicanos desde el centroderecha hasta la ultraderecha, solapándose en el centro, las fuerzas extremas de ambos bandos sostenidas por vaya usted a saber, aunque en ambos casos lo sabemos, llevan años trabajando para tensar la cuerda cada vez un poquito más. Y en este embite los demócratas ganan como en el anterior perdieron.

Del mensaje del nuevo Presidente uno puede quedarse con todo y además esperanzarse con él. Buenas intenciones, buen programa y una más que buena simbología no le ha faltado a su ceremonia de juramento. Ojalá esos extremos poderosos no interfieran con suficiente fuerza como para dar con todo al traste, de nuevo. Porque, interferir, con seguridad que lo harán.

¡Bienvenido, pues, Mister Biden! Y a sus partidarios en España, que aunque pocos también los hay, ¡ajo y agua!, que de eso, también, sabemos aquí más que un poco.

 

Juan M. Martínez Valdueza

20 de enero de 2021

 

 

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