Azul Popular

A estas horas de la madrugada del lunes, las redacciones de los digitales han vendido prácticamente todo su género. A lo sumo, la profundización de algunos detalles de resultados por entidades menores, valoraciones ampliadas y demás. De nuevo, el papel queda atrás. Tan sólo las cabeceras de la capital del Estado se han lanzado a una primera edición de urgencia en un intento valiente, como Quijote, ante la realidad de los molinos, la evidencia de que vivimos en una sociedad digital. Pienso en “la casa madre”, en sus últimos cambios del Consejo. En la mano tendida tantas veces como rechazada intentando insultar desde una falsa altura noble que no es tal, sino pasado. El pasado no existe, el futuro tampoco. Vivamos el presente.

Y el presente es de un color azul Popular, el partido que ha pulverizado todos los pronósticos de nuevo. Rajoy, el señor mayor con tics sacados de madre, vuelve a ser el hombre que tiene y debe que gobernar España cuatro años más. Así lo ha dicho el pueblo. Otra cosa es que se le deje. Termine usted los deberes empezados presidente, pero acuérdese de que está en un tiempo de prórroga que debe empezar a disfrutar con hechos como la apertura interna de su partido y la renovación en cascada que lleva retrasándose por estos líos electorales.

Necesitamos un PSOE fuerte, solemos decir. Ha resistido a Unidos Podemos, a la ultraizquierda. Ahora Pedro Sánchez y los suyos tienen la tarea de discernir, esto es, a la socialdemocracia europea o a la ultraizquierda que no sabe realmente qué esconde bajo su mensaje cambiante. La metamorfosis de Pablo Iglesias de la izquierda más ultramontana, rozando el filoterrorismo, pasó durante estos meses a convertirle en un joven amable colmado de virtudes democráticas que aceptaban la Unión Europea, el euro y hasta las Fuerzas Armadas como algunos de los elementos de ese sistema que siempre habían detestado en sus programas televisivos, actos populares y hemerotecas. El pueblo les ha dicho claro que de momento no. Pero no ha cerrado tampoco la puerta.

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Si existe un gran derrotado ese es Alberto Rivera. El joven catalán que quiso españolizar Cataluña y catalanizar España. Cada día me recuerda más al CDS. Un paso por el Congreso y el Senado anodido y condenado a extinguirse en sí mismo. Un buen líder, un gran cartel, pero poco más.

Y en Astorga, en nuestra querida Astorga, se nota el efecto Arsenio, y quien sabe si el Peyuca también. Lo cierto es que ni sumando los votos de la izquierda, la ultra y la moderada, lograrían vencer al Partido Popular. El asunto, extrapolando en clave local, indica que Astorga de momento está a gusto con lo que acaba de elegir para su Ayuntamiento.

No quisierámos terminar estas líneas y apagar por hoy el ordenador, tras una larga jornada, sin citar el aumento considerable del voto del PP en Castilla y León. El granero del PP. Y, como le dijo el lunes un tal JM Aznar al que suscribe: Castilla y León es España y España no sería nada sin Castilla y León.

El editor