Aún hay esperanza

Me confieso sorprendido e impactado. Me está costando digerir los 12 escaños de Vox en el Parlamento andaluz. La extrema derecha regresa a España y lo hace por el sur, por el histórico feudo socialista y de izquierdas. Hace meses, en una tertulia de viejas glorias del PP leonés oí hablar por primera vez con entusiasmo de Vox. No le di mayor importancia. Creía que eran nostálgicos del franquismo, reverdecidos por cuestiones puntuales como el reto del independentismo catalán o la inmigración.

Pues, no. Las elecciones andaluzas demuestran que hay un caldo de cultivo que favorece el resurgimiento de la extrema derecha, aires que llegan a España impulsados por Trump desde Estados Unidos y por la fiebre xenófoba y extremista emergente en Italia, Francia, Alemania, Austria, Polonia y de otros países del este europeo. Esa tendencia se mezcla con asuntos locales, como el independentismo catalán, la avalancha de inmigrantes procedentes del norte de África, el incremento de la precariedad laboral debido a una crisis económica cerrada en falso y el aumento de la pobreza y la marginación, y el resultado es Vox, que no es otra cosa que el conocido sentimiento de echar la culpa de todo a un tercero y de enrocarse en un nacionalismo patriótico y aldeano.

Una de las grandes aportaciones de Manuel Fraga a la Transición fue la absorción de la extrema derecha por Alianza Popular. En pocos años, Fraga logró la desaparición por extinción de Fuerza Nueva y de los últimos grupúsculos extremistas franquistas. Hasta hoy. En las últimas 48 horas las redes sociales se han llenado de mensajes xenófobos,  denigrantes contra la derrotada socialista Susana Díaz, a favor del franquismo, insultantes contra Pedro Sánchez y, siempre, cuestionando el sistema democrático. Todo, muy peligroso. No me puedo creer, parafraseando a Azaña, que España se acostase una noche demócrata y europeísta y al día siguiente se levantase de extrema derecha.

¿La solución? Ni idea. Pero esta situación bien merece una profunda reflexión en el diván de pensar o en el del psiquiatra. Andalucía se ha convertido en un tubo de ensayo. De cómo se resuelva la gobernabilidad andaluza dependerán las próximas y cruciales elecciones europeas, autonómicas y municipales. No creo en la confrontación de bloques, por eso no le arriendo las ganancias a los líderes de Ciudadanos. En sus manos está en gran parte la solución a esta crisis. Las urnas han colocado al partido de Rivera en una auténtica encrucijada, que deberá resolver con altura de miras, compromiso democrático y libertad. Ahí queda, solo ante el peligro y nunca mejor dicho.

Generosidad, altura de miras, compromiso y libertad, valores todos ellos personificados en el actual ministro de Cultura y Deporte, José Guirao, que esta mañana acude a la capital leonesa, invitado por la Fundación MonteLeón, para hablar y debatir de Cultura con mayúsculas. Y tras esbozar sus proyectos y dialogar con universitarios, el ministro se irá a almorzar con Antonio Gamoneda, el genial sordo de la poesía leonesa y universal, anarquista y siempre revolucionario, individualista y crítico por naturaleza, rebelde y antisistema. Yo daría un euro por oír las reflexiones de estos dos sabios sobre la acongojante actualidad. Ay, qué pena que esas reflexiones no sirvan como barreras eficaces y educativas ante lo que se nos viene encima. Dios mío.

 

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