Saber ser y estar

El día de hoy, sábado de Pascua a la Resurección, es una buena jornada para el reposo y el pensamiento interior después de tanto acto, tanta procesión, tantas sensaciones y situaciones vividas. Los católicos y los no católicos pasamos nuestro Calvario particular, aunque los primeros, tenemos la suerte de creer en una vuelta a la vida, en este mundo o en el otro. Es lo que nos diferencia del nihilismo relativista que hoy predomina en las sociedades occidentales.

Me resulta, y hablo en primera persona de singular, quien me conoce sabe que no me escondo; sorprendente los aspirantes a políticos profesionales locales que cuando le vienen mal dadas se tornan personajes henchidos de odio, rencor y furia contra los que creen culpables de su caída en desgracia. Recuerdo hace dos años, cómo íbamos casi anticipando los pasos que se daban en el Partido Popular sobre el cambio de generación en la candidatura local. Cumpliéndose días después todo lo que aquí narrábamos en rigurosa exclusiva. 

Pues bien, han pasado dos años y aún hay tres mosqueteros que siguen erre que erre en lo suyo. En política, como en la vida, hay que saber cuándo toca dar un paso atrás para quizás no volver a primera línea, o esperar mejores momentos, quién sabe. Pero la intriga contínua, el ridículo público al que algunos se someten presentándose a votaciones perdidas solo por alimentar el ego cegador y tantas y tantas acciones similares nunca dejan de sorprender aflorando una personalidad que roza la enfermedad -psíquica por supuesto-. Luego está el canalizar esa frustración hacia algún punto, alguna persona o diana donde arrojar todo lo malo que se lleva dentro. 

No sólo en esa formación política hay resentidos. En la de enfrente, el PSOE, formación que dilapidó más de 20 años de gobierno con más luces que sombras, pasa tres cuartos de lo mismo. La oportunidad de demostrar ya transcurrió. Y la legislatura terminó con una deserción en masa de los propios ediles en el poder local. Todo kafkiano y dramático para el socialismo en particular y para la ciudad en general. Y, caramba, ahí siguen instalados en el pasado como estatuas de sal por estar siempre mirando hacia atrás. Nada vale cuando se analiza, cuestiona o se dice si no es agradable para sus oídos. Reacción similar a los muertos vivientes populares, odio y tirar hacia lo personal que es más fácil de rebatir que asumir la realidad. 

Así las cosas, de los antisistema no hablamos, el Gobierno en coalición actual bastante tiene con arreglar la Casona por dentro y recuperar el pulso vital del municipio por fuera. Algún día no muy lejano hablaremos con ejemplos de cómo estaban las cosas, material y humanamente, para que nadie se deje engañar y tenga otro punto de vista, ni el mejor ni el peor, de la realidad. Es lo que tienen los cambios de ciclo: traumáticos para quien los sufre y difíciles de aplicar para quien los protagoniza.

Pero que nadie se nos altere por favor, la Resurrección, en todos los sentidos, nos espera a la vuelta de la esquina. Y que cada palo aguante su vela.

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