Incendios

Arden los partidos políticos tradicionales en los Campos Elíseos; arde el Partido Popular de Madrid y de media España atizado por múltiples casos de corrupción; y arden los montes de El Bierzo por el fracaso de la planificación en la prevención por parte de las administraciones públicas y ante la resignación e indiferencia de los políticos. Arde, en definitiva, el estado de ánimo de una ciudadanía cada vez más frustrada y decepcionada por una clase política que, en el caso de Castilla y León, se va de romería a Villalar a jalear poses y discursos institucionales que sólo ellos entienden.

Para conmemorar el Día de Castilla y León, la Junta de Castilla y León ha editado un anuncio conmemorativo en la mayoría de los medios de comunicación de la Comunidad en los que aparece un padre y un hijo, en lo más alto de una montaña, desde la que contemplan el idílico paisaje verde de la Sierra de Gredos en Ávila. Al mismo tiempo, unos cientos de kilómetros más al norte, los montes de Ponferrada ardían por los cuatro costados, arrasando casi dos mil hectáreas y dejando a la alcaldesa, la popular Gloria Merayo, más sola que la una en su desigual lucha contra los elementos. El consejero de Medio Ambiente, el leonés Suárez Quiñones, no se dejó ver por la zona arrasada por el fuego hasta que ya habían desaparecido, cuatro días después, las llamas. Quedaban los rescoldos, la desolación y la indignación popular, quizás lo más peligroso tras un incendio.

Es muy fácil desde la mesetaria, árida y tórrida campa de Villalar hablar de políticas forestales y del fracaso de las fuerzas del orden público y de la Justicia para actuar con ejemplaridad ante tantos incendios forestales impunes. Se puede rasgar las escasas vestiduras que ya le quedan el presidente Herrera cuando el fuego avanzaba incontrolado hacia Peñalba de Santiago, que nada de eso supone una solución. Pura imagen y evidente ineficacia. De ahí que los vecinos, hartos ya de estar hartos, hayan salido a la calle en Ponferrada para exigir, como en Fuenteovejuna, justicia popular y señalar con el dedo acusador a los posibles culpables. Otro incendio en los próximos días y no se sabe hasta dónde puede llegar la ira popular. Matar al comendador nunca es la solución.

La  clase política ha vuelto a decepcionar. No ha estado a la altura de las circunstancias. No ha reaccionado y no se ha puesto al lado de los damnificados. Y todo ello en días de fiesta, que no les hubiera costado nada dejar por un momento los fastos identitarios y acudir a pisar in situ los efectos de la tragedia.

En el PP leonés prefieren el eje León-Valladolid frente al lógico y natural León-Ponferrada. Vaya manera de reconstruir el partido. En el PSOE  andan a lo que andan, en su suicida carrera hacia el desastre final, tal y como acaba de verse en Francia, donde la socialdemocracia ha sido barrida por las urnas. Sólo Zapatero, muy activo últimamente, prefirió acudir por primera vez en su vida política a Villalar a no se sabe muy bien qué. De los demás partidos, Ciudadanos o Podemos, ni estaban ni se les esperaban. No fuera a ser que se enfriaran los canapés o se calentara el verdejo de los fastos oficiales.

Arden los montes de El Bierzo, arde la clase política, arden aún más el PP tras la incendiaria dimisión de Aguirre, arde Francia, arde la paciencia de los ciudadanos ante tantos y continuados casos de corrupción, sobre todo en el PP; y, al fondo, la clase política, como Nerón frente al incendio de Roma, se deleita en el estético espectáculo de las enormes llamas que todo lo devoran. Como si no fuera con ellos. La desconexión es total.

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